domingo, 27 de octubre de 2013

Amapolas

Un punto de sangre
me interroga desde las rendijas
entre baldosa y baldosa.
Con su boca lunar
va bebiéndose la distancia
hasta mis sienes.
Empapa cada rincón soleado
bajo las brasas de su lengua,
arrojando las huellas al vacío
de un mar sin acuarelas.
Silencio.
Mi garganta corre con paso incierto
hacia tejados que vuelen el surco
del punto en su centro.
Mis manos se mueven
siempre en sentido contrario
por relojes que marcan
las doce en punto
desde hace varios días.
Un punto de sangre
brota desde dentro
desde las mangas del olvido
desde la falda de las horas
desde el techo que se abalanza
sobre mis pestañas insonoras.
 El cielo queda cubierto
por uno solo,
por el punto,
que se expande conforme lo esquivo.
Mi espalda se encorva,
los dedos se alargan,
de puntas los pies florecen
en marchitas palabras.
Un punto de sangre
me interroga desde la fina piel que me arropa,
preguntando si es el frío el que me escuece
o
solo mi corazón
que por las escaleras
va dibujando amapolas.

Cromáticos.

En el círculo cromático de la existencia
conviven diversas gamas
de apariencias
inherentes
a las bestias.

El negro
es base de la jungla
y los tambores,
sus fieles
bocas de sable
que amparan sus lomos cobrizos
bajo la mano áspera
de la vorágine inhumana.

De un gris perla corrompido,
corrupto,
a veces sonrisa cóncava
otras mierda convexa,
se abriga la saña putrefacta
de las rocas de ricas
moscas.

Ambos reinos
con un linaje eterno
que cabalga entre mafiosas madrugadas
de soles mudos cubiertos por terrenos,
sepulcros sin saliva
y camas de crucifijos carcomidos.

Blanco,
Luz,
Claridad,
Caleidoscopio,
Cisma,
Incesante hambre
de esperanza.

Blanco,
relegado al exilio primario,
víctima de carceleros dorados,
prisionero,
guerrero,
ultraje a espaldas moradas
que con su piel arrojan
hilos de vida sobre las sombras.

Vértice flexionado
con rodillas en carne muerta
ante las panzas en cuarto creciente
de un par de espuelas.

En el círculo cromático de la existencia
se devoran diversas gamas
de olvidos
tatuados
con sangre.

Llueve en Consecuencia.

La noche tiene brazos
de sábanas huecas.
Un tumulto de sopas,
hirviendo,
recorre gargantas partidas
en sueños.
Pulverizados quedan los caminos
hacia el centro,
las costillas lloran
y el pecho se hace
jaula.
Los volcanes se petrifican
en la voz última de las nubes
mientras
el sol muere
en manos cerradas
repletas de verdes.
Ambulancias
que habitan en las venas
como auras eternas
de fidelidad a los espejos.
Sirenas que cantan versos
arrojados a la mar
con sus lágrimas perdidas
en amaneceres
con dueños.
Los destellos
solo ciegan
a los ciegos,
y el cielo es solo
el hábitat
de los recuerdos.

martes, 22 de octubre de 2013

Humano

La débil lluvia que golpea las ventanas
es solo la metáfora
del ciervo que huye de su muerte.
Truncados sus huesos en espinas de pólvora,
derrama su cornamenta
por los prados verdes
y, de luto,
se amalgama con las hojas secas,
naciendo raíces de su ser,
dando a luz a otra vida:
árbol a cielo abierto
en el paladar
que canta para aplacar los disparos
contra la libertad.

Preludio para un cóctel Molotov

Una esfera que explota en su vientre
por salir de sí misma
y abandonar el hueco de soledad
que anida en su garganta.

Esa es la Tierra                       (tan de ellos)
que reposa intranquila
sobre los hombros de pocos
y la dignidad de muchos.

Los helicópteros sobrevuelan la paciencia
de los exiliados de la libertad;
los helicópteros vigilan
con sus brazos cortantes
el movimiento predeterminado
de los surcos en las calles         (surcos de vómitos; inundación de vacío).

Arrancaron el sueño de nuestras cunas
y ya no hay más hogar
que unas manos con demasiadas cifras.

Los armarios                            (desprovistos ya de polillas)
sufren una indigestión de miedos
cuando estos solo quieren
ahorcarse con alguno
de sus monstruos.

Pienso,
las gallinas picotean el verbo
mientras las fieras
acechan sus alas
por detrás.

El mar intenta expandir su apetito
y devorar lo decadente,
ahogarlo todo entre gritos
que mezan utopías.

El sol arde cada día con más intensidad
soñando el derretir de cada papel coloreado,
feto de árboles desterrados,
hijo de oxígeno comercializado,
heredero de un futuro asesinado.

Existir
parece ser
una afirmación
un tanto dudosa
en esta pirámide de
                          moscas.

Las cuencas están llenas de nada
y el todo rueda junto a la balanza
de piedra
con la mirada ciega
de tantos cristales entre pestaña y pestaña.

Qué culpa tendrían
el gato y la liebre
de que desgajaran sus pieles
para vestir al lobo
que sonreía siempre
entre dientes.

Cuándo nacieron las arrugas,
cómo surgieron el odio y la codicia,
por qué los daños hacen madurar
cuando estos solo se rigen por el cuánto.

El dónde
está perdido
en su llanto.

El aleteo de un diminuto pájaro
abre los ojos al ocaso.

Tormentas que hieren escudos
y falacias travestidas con cruces.

Dientes de león
que transportáis vuestras bombas repletas de sueños
por el aire rebelde,
despertad del otoño,
descuartizad la escarcha del invierno,
asesinad los huesos amarillentos
con manos sin titubeos
de las sombras que se ciernen
sobre nuestro
cielo.

Martes sin 13.

Si pudiera cazar los sueños con el alma
para besarlos después.
Si pudiera, por un segundo,
rozar tu eternidad.

I

La vida se descompone en cristales
a medida que la arena cae
en nuestras huellas.
(Vacío en el pecho
cuando se golpea
rozando
solo el centro).
Exprimiendo bocas de jugos amargos
y desdentando realidades con disfraces
de la talla de sus rompecabezas,
la vida gira
como una puta peonza
entre el espacio que aleja
nuestro existir.
Se burla como una hiena
al ver nuestros brazos extendidos
por si a la tierra le da
por huir con el mar
y borrar los caminos de vuelta
y los billetes caducos
y los suspiros
y los trenes...

II

Ganemos una tregua para embotellar
los aviones
el condensarse del aire
su desplome
que nos desnude
se retuerza en la sal de las heridas
banderas de nuestras pieles.
Que nunca supe de circuitos establecidos en el cielo
porque te quiero anarquía
ojos rojos, amarillos, morados,
abiertos
mirada hacia el centro del mundo
desentrañando los espejos que te alejan
de mis yemas de volcán;
que ardas,
deseo.
Tampoco me bañé en exceso de corazones,
la sangre suele llegarme hasta el
cuello
cuando abrir mis ojos
es intentar desenterrarte de un presente huracanado
y no acariciarte con lengua de tinta
se transforma
en una bóveda huérfana de luz.

III

Noche gris y muda.
Luces dormitan.
Gatos comen sus ratas.

La noche.
    Las luces.
        Los gatos.
            Las ratas.

La vida que vuela y nunca
nos desata las alas
está cruzando el asfalto,
con los pies doblados
de tanto tumbar esperanzas.
Con los brazos lánguidos
tras sostener el humo
y las lágrimas
entre sus bolsillos y corazas.
El pelo erizado
como fiera indomable
colmillos oxidados
lengua afilada.

De un ámbar ausencia
se tiñen mis ojeras.

                           Acelero.

El freno pierde la paciencia
y propina una coz a la fuerza
que lo empuja
hacia caderas ajenas.

                           Acelero.

El crujir de los kilómetros
asalta sábanas sin versos.
La Luna grita
aguda
redonda
hueca.
Arañas viudas
sonríen,
negras.

Deshilachada en cristales,
como una lluvia de piedras que chocan
contra mareas humanas,
se arroja la vida
rendida
cansada
ciega
sobre nuestras espaldas
liberadas.




jueves, 17 de octubre de 2013

Otoño abierto

Un nombre tumbado en las aceras.
Telarañas filtran
el opaco mundo de hilos
que rugen
con las virutas de pasado
sobre las pestañas.
Una palabra que cae
precipitando la salida
de la orina
por los barrotes oxidados de la vida.
Lenguas que se engarzan
alrededor de los huesos
resignados a derretirse
bajo el hielo de ausencia.
Unos ojos que gritan,
enmudecen
y palpan las arrugas
de la tierra grisácea,
como perlas que lloran
al sangrar destellos de mar.
Demasiada sal
para una sola espalda.
Pocas son las horas
cuando el silencio
es el que acecha
bajo la noche enlatada
y un río de frentes muertas.

lunes, 14 de octubre de 2013

A la intemperie

El vuelo atroz
de una mariposa blanquecina,
como el prefacio
de una mañana sin pan,
ondea a la intemperie de cabezas vacías
sobre montañas de círculos
unidos por órganos y músculo.
Como banderas negras que
se alzan
sobre la sangre apelmazada
en uñas antes rosadas,
camina el destino incierto
de la lluvia
encerrada en pechos derribados
por la impura inquina
del hombre.
Un desierto de voces
asola los hogares
y el fuego reina
en calles abarrotadas por piedras.
Dura es la piel
cuando con saña se la
alimenta.
Blandos los ojos
que sostienen pies
de oro
mientras soportan
una estampida de flemas.


Despiertan las manos huesudas
con carne inhumana
entre las rendijas
de sus palmas.

Confesión

Una mandíbula desprendida
de su sueño
roe los restos
de un quizá.

Con dientes torcidos por la roña
cabalgan los días
a medio camino
        entre
el estupor       y       palabras huecas.

La lengua se retuerce
sobre sí misma
ante el silencio ennegrecido
por la risa de los cuervos,
haciendo intranquila la noche
desnuda de rosas en cunas con barrotes.

Las encías son pinzas
de madera carcomida
por las que el frío se adentra
atravesando los labios;
grietas intermitentes
nacen
para ser
siendo
dolor.

Vacío en la garganta,
agujero de deudas
con las madrugadas,
una colcha hecha retales
y la necesidad imperiosa
de decorar el cuerpo
con tinta roja.

sábado, 12 de octubre de 2013

Bajo tu mundo

Mientras las manos se rasgan
con el devenir del tiempo,
los cuervos devoran
la inercia de la gravedad.
La ropa tapa la cara
al aire que atraviesa
sus piernas,
y el cielo no es más
que una rozadura
en las venas.
Mientras el fuego cruje
bajo los pies,
las banderas de arrugas
se alzan contra pieles
vírgenes de suspiros.
La Luna levanta su frente
hacia tu cuello
con intención
de arrancarte los miedos.
Una burbuja de luz
se posa
entera
en la rama seca
del ayer.
Las hojas caen
para acariciar tus pisadas.
Tras el espejo
se esconden
los mapas
hacia tu garganta.
Perdidas en tirabuzones
de olvidos
camino hacia tu espalda,
apoyadas en amaneceres congelados
en besos de acuarelas,
se encuentran promesas
calladas
por otoños sin rostro.
Mientras las sábanas arropan
sueños empapados en sal.
Mientras lo ajeno se retuerce
por adentrarse en tu pecho.
Las hojas
siguen cayendo.
Bajo tu mundo
crecen
auras eternas
de resurrección.
Se rinde el invierno
a tu encuentro.

martes, 8 de octubre de 2013

Fantasmas

Pienso en las ciudades
que lloran por sus cementos efímeros
y se me parten
todos los alambres
del alma.

Sus brazos,
puentes levadizos
hacia ninguna parte,
ruegan por desplomarse
en sábanas sin asfalto.

Sobre sus hombros
se alza la codicia
de gigantes de arena
que danzan al ritmo
de cifras ajenas.

Un pájaro sin alas
picotea
los semáforos que lo distancian
de sus partituras celestiales;
los ángeles agitan sus puños
contra el sexo de las aceras:
duelen las flores
cuando se bañan en orina.

Cruzan cebras
pasos en ámbar
entre leones desdentados
a carcajadas.

Los perros son los dueños
y la ciudad,
su esclava.

Y yo las miro
a esos ojos que ya no ven nada,
suspiro,
voz entrecortada,
lamo la escarcha
de su espalda.

La noche cae
con las sombras
posadas
sobre mis rodillas.

domingo, 6 de octubre de 2013

Cuervos blancos

El rugir de una sierra
Atraviesa los barrotes
De una celda interna.

(Escupideras rebosantes
De esperanza violada
Por salivas que supuran látigos.)

Se adentra en lo profundo
Del ser
Y tiñe cuervos de sombra
Con el blanco polvo
De muros y cadenas pisoteados.

Metal recién cortado
Que sangra libertades
A un cielo desprovisto
De fronteras.

Marea de nubes
Que grita
Y escapa del oro
En manos podridas.

El aire
Nunca podrá
Ser
Embotellado.

Casa y polillas

Lo llamó Amor
mientras todo
                  se le
                       deshojaba.
Sostuvo sus tripas descosidas
con su boca de azúcar
y sus peces de hielo
                                se le
                                     derritieron
al absorber latidos de neón.
Ahogó las cabezas que pululaban
en las esquinas del pasillo,
en su vientre
                 se le
                      congelaban
las ramas secas;
sonrisas caducas en cada lunar.
A pesar del huracán
que extirpó sus oídos,
escupió su incendio
hacia el pecho de
                         él,
plantando cada semilla de oxígeno
que le quedaba.
Lo llamó Amor
cuando sus labios
                        se le
                             borraban
con el suspiro encogido
ante tanto escombro.

sábado, 5 de octubre de 2013

Atardecer

Una bóveda de agua
recubre cabezas de alfiler
que tiemblan a la intemperie
de ojos amarillos.
Navíos carcomidos por el ayer
aguardan para liberar a sus cañones;
trino del cielo
que retumba
creando ecos de piedra.
El gris asesino de pulmones
observa a ras de su sombra
el torbellino de moléculas;
incesante centelleo
de ráfagas repletas de vida.
Las sombras agarran
con uñas vestidas de horror
la escarcha de miradas espumosas
bañadas en azul mar.
Aprietan,
retuercen,
hacen que los órganos
-títeres del alma-
escapen hacia otro hemisferio.
Una bóveda de agua
se posa a los pies del crepúsculo
para derretirse
sobre los besos de sangre
de la tierra.

viernes, 4 de octubre de 2013

Esperanza

Es aire
cuando duerme
sus miedos.

Sonríe con los ojos,
llora por las manos,
habla del pasado
con los puños en alto.

Huye de máscaras,
enredaderas,
barrotes de oro.

Le canta al vacío
entre sus piernas
con el amasijo de ausencias
que esconde en su pecho.

Baila desnuda entre líneas
con heridas abiertas
por donde ríos de tinta
le supuran palabras.

Esquiva las dagas del hastío,
las clava en muros de piedra,
cruza puentes de puntillas
sin temer al atardecer inexorable.

Hunde memorias
en aviones de papel
y sus comisuras se tuercen
-siempre hacia arriba-
cuando la Luna cae rendida
a sus pies.

Es amanecer
cuando mira al espejo
y agita sus huellas
para convertirlas en alas.

Es espuma que corre
por la orilla del alma
cuando se despoja de partituras sobre
la blancura
de un principio.

Aire. Aire y amanecer. Aire, amanecer
y espuma.

Fuego,
ella es fuego
que incendia
pupilas dormidas.

Un cuervo atraviesa
sus labios de leche;
ennegrecido el cuerpo,
corrupción de boca virgen.

Desilusión asesina
las amapolas entre sus garras
y escupe los pétalos
con rastro de bilis apelmazada.

Vuela ya la inerte Esperanza
en brazos del Tiempo;
dormir eterno
con la espalda cansada
apoyada sobre la curvatura
del punto final.

No
lograron
alcanzarse,
esta vez.

Prefacio

El cielo se amalgama
con fuegos fatuos:
superposición de fronteras
sobre los hombros de la muerte.

Un grito se rompe
a lo lejos,
choca con estruendo
en el centro del infierno:
aullido de lobo
abandonado a su suerte
por la espuma blanca
del mar;
es rostro ahogado
por barcos de sal,
líneas que caen al vacío
de palabras sin pronunciar.

La luz del faro ilumina
los espejismos de las pupilas
arropadas por corales
en la arena tostada.

Continente que se enamora
de su contenido
creando la utopía
de lo infinito apegado
a lo alcanzable.

Ilusión sesgada:
inicio de una danza
letal.

Giran las sombras.

Sonríen.

martes, 1 de octubre de 2013

Reposo

Las gotas tempranas
son verdes
cuando se acercan a
tus pupilas.

Espuma que estalla
en cientos de hojas calcáreas
ancladas a tus pies,
como remos sin barcas
o gaviotas sin gritos.

La lluvia
es verde
cuando se acerca a
tus pupilas.

Manto que recubre
la tierra de cafeína
coloreada por tus manos,
como girasoles anhelantes de Luna
o sombras que quieren ser
por sí mismas.

Verde el cielo
posado en tu espalda,
porque verde es la vida
sobre tu almohada.

Descansa.