lunes, 30 de septiembre de 2013

Encerra(dos)

Un castillo prisionero
de costillas angostas
que intentan abrirse camino
por el hueso incierto
de los que sienten.

Piedra blanca,
el corazón,
decorado con
rojas esperanzas.

Cortometraje



me preguntaste
quién
soy
yo
en mitad del
enjambre de miradas
que nos censuraba.

"Tiempo
en construcción
o, al menos,
eso
creo",
contesté
con lengua temblorosa.

Entonces...

Tus labios,
como grúas.
Mi cintura,
ladrillos hacia el subcielo.

Lluvia de versos
que vuelan
sobre corazones
fugitivos.

Espiral

Las nubes entre las raíces.
Entre los ojos,
la impaciencia.
Las ramas sujetan árboles.
Arrugas en sus frentes,
murmuran inquietas.
El viento se cuela
por mis hojas secas.
Pronunciación,
tu nombre.
Pero yo,
yo no
quiero
escucharlo.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Líneas sin trazar.

Camino. Camino. Camino.
Caigo.
Precipicio.
Tus ojos.
Y así.
Sin alas.
Pero como si me las
dibujaras.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Justo a tiempo

Por las esquinas se va carcomiendo
la pared de su espalda;
l-e-n-t-a-m-e-n-t-e,
manos sin plumas
la rozan.

Agujeros que nacen de curvas
donde antes
aceleraban
besos.

Volcanes petrificados
en soles sostenidos
por lunas pasajeras.

Marcas de guerra
tintadas de azul desgastado
imitan un cielo caliente
de saliva y memorias.

Cofres de sonrisas al vacío
envasadas para futuras
catástrofes,
aguardan al despertar
de la luz por ventanas blindadas.

Por las esquinas se va derrumbando
la pared de su espalda,
y solo la fotografía
de aquella mirada
en su retina
fue capaz de cruzar
todos sus semáforos en
rojo.



El resurgir

Las sonrisas son
Amapolas secas
hambrientas de lluvia.
(Corazones que se precipitan
Sobre pies descalzos
De caminos y fronteras).
Las caricias chocan
Con el yunque de la fragua.
Faldas que suben
Y bajan.
Las olas se adentran
En el espejo roto
De la esperanza.
Resurrección.

Contagio inspirador

Sufro dentro del proceso digestivo
de la suerte
y me empapo de sus truenos
en forma de capas negras.
El cielo se desmorona
en azúcar y canela,
y los estómagos rugen
para poder atraparlo.
Explotan los brazos en lágrimas
ante el maná de besos
que les aguardan.
Sufro de banco abandonado
en el filtro de una calle
sin aros de fuego
ni hilos
ni alabastro
donde trazar curvas
y desafinar
las rectas.
Solo sufro de enfermedad
que versa las miradas
en párpados de tinta.

Érase una vez un "adiós"

Separaste cada capa de amor
que supuraba de mis retinas,
creando estratos de miel
demasiado ámbar
[peligro].
Una gota de sangre se derramó
en mi frente hundida
y bramó a cielo abierto
las letras de tu espalda.
Sobre la tierra de ganado sin cabezas
descansa el intranquilo sentimiento
de saberse bandera
en suelo sin pisadas;
balcón sin macetas
para almacenar esperanzas.
Vestidas de oscuridad, tus balas
nunca sonaron tan armoniosamente
sobre mi pecho:
desafiando huesos,
conquistando músculos y venas,
llegando a tiempo
al reloj sin cuerda
de unas telarañas oxigenadas.
Desarticulación de marionetas
en mitad de un soneto;
protagonistas: dos bocas
que se desafían
por ser
inmortales.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Seres humanos ¿superiores?

Con la noche sobre los hombros
pasean las estrellas,
encorvadas,
cansadas de una carga
superior a sus fuerzas.

Su visión unilateral
señala un horizonte cobrizo
como los plomos fundidos de lámparas
desgastadas de tanto mirarlas.

Horizonte desdibujado
contemplado por pupilas aguadas;
distorsión de lo real maravilloso,
vence la hoja afilada de la mediocridad.

Mugre, goteras amarillas,
chapotean entre los charcos de cal
de una existencia yerma
basada en cifras,
sexo sin amor,
carencia de palabras,
violencia bañada
por trajes
y corbatas.

A lo lejos,
los elefantes unen sus trompas
como símbolo de la victoria
sobre el hombre:
ser incapaz
de vivir más allá
de su burbuja de cristal.

A contrarreloj

La rapidez de las caricias
por carreteras secas de pestañas sonoras
atraviesa toboganes de voces
y cables que unen
filamentos de estrellas.

Carteles que rezan
con las manos cuadriculadas
levantadas al cielo de verde botella.

Galerías sin luces ni acuarelas
cierran sus ojos
hambrientos de almas vibratorias.

La rapidez merma los dedos,
ata los pies,
enmudece a las rodillas
de cardenales pecadores;
lunares que bailan
al ritmo de la tinta.

El motor bajo las suelas
no detiene su arritmia:
jungla urbana inquieta
que caza panteras.

martes, 24 de septiembre de 2013

Mutuamente

El murmullo sosegado del aire
envolviendo dunas de metal
bañadas en petróleo;
crepitar de roces
sobre los pies del atardecer.

La hierba brama letras sin hilos
y dedos de blandas esperanzas
las recogen al primer vuelo.

Un niño sin lengua
rueda por el cielo
eclipsando la visión de las moscas
en su zumbido eterno;
ojos múltiples de rasgados párpados
acechan.

Tras la alfombra del deseo
se asquean amantes veteranos
en eso de dar portazos
a narices presurosas
por penetrar en pechos abiertos.

Las faldas susurran promesas estivales
al Sol,
y los charcos se hacen océanos
cuando les llueven sus besos.

Mutuo trueque de pulsos,
supervivencia recalcada
con luces en el firmamento.

Fugitivo

Lo abyecto de flotar sobre la hierba
ante ojos sellados por el hastío.

El vil desfile de los pájaros
frente a los barrotes que lloran
lágrimas fugitivas;
ríos sepultados,
cavernas profundas.

Las montañas encierran en sus garras
el irrompible sepulcro de honda serenidad
que poseen los tronos
-aún calientes-
con posaderas
no tan divinas.

Un canto recorre las venas:
aridez empapada
de aura eléctrica.

El planeta Tierra
es un círculo incesante
de puños que intentan
desmayarse sobre mesas ardientes.

Intento continuo
de escapada;
la sangre quiere hablar
en latidos rotundos.

Búsqueda de la herida
en la piel ajena;
disección de miradas
que no
regresan.

Fugitivos los árboles caducos
de las hojas reinas.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Demasiado invierno

La legitimidad de riego
de labios estivales
radica en la necesidad
de ser florecido
por elementos más incandescentes
que el propio Sol.
Un cuello enterrado en arena mojada
luchará siempre por el derecho
a ser escuchado
por las olas del mar.
Los ojos ciegos del cristal blindado
permanecen cerrados
para ocultar su fealdad
al resto de insectos que emigran
a pies
donde no ser pisados.
Las frentes hundidas del cielo
son habitadas por nubes desahuciadas
de su rincón inamovible;
ángeles sin alas
pasean por una corteza
de pan seco.
Hasta las hojas
(papeles sin palabras,
tierra yerma,
venas disecadas)
gritarán por despertar a la primavera
de su letargo demasiado prolongado.

[Suspiro]

Las manos cuelgan de los tendederos
como cabezas de pájaros guillotinados
sin ánima entre los costados;
cuelgan y bailan
la danza del viento:
fragancia eterna de la naturaleza.
Madre de agua que evoca
recuerdos de niñez en su garganta,
cauce dorado por multitud ajena;
un sueño en mitad del olvido
paso sin ecos que absorbe
espaldas encorvadas y sillas polvorientas.
Las manos cuelgan, se unen
en grito ahogado por el fuego;
ira de titanes que mana de roces
fundidos.
Amor: destrucción definitiva
de la materia.
[Efímero suspiro]

Visión

Vaso sin contenido
Al que recurrir en insomnio urgente.
Continentes sin humanos;
Insectos que devoran
sus propias heces.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Y entonces

Le crecen por dentro las uñas
para llegar antes al circuito eléctrico
de su interior dormido.

Un gruñido áspero,
como lenguas sin nombre,
se fragmenta en balbuceos
nacidos de ríos sin peces
a los que acariciar.

Las escaleras se inclinan
ante el vértigo que es pronunciar
la vida sin alas;
un salto
hacia el vientre
acechante
del vacío.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Látigos a nombre de...

Una cruz se invierte
sobre las llanuras de cal,
derramadas todas
por ojos sin retorno.
En los campos quemados
por el frío de voces acuchilladas,
habita el insomnio de soles
que no lloran ya.
Aún resplandecen las espadas
en la memoria de una paz
mermada por titiriteros
sin hilos que manejar.
Relinchan los caballos
con el retumbar de ecos embotellados
por manos alineadas
en saliva tóxica.
El discurso de Dios
hunde su frente interrumpido,
cuando los cascos
desatan la reacción
ante el ataque
contra las entrañas
de la Tierra.

Círculo

El ciclo de la sangre presenta su cisma
en el centro del
                      ser.
Nace de una lágrima:
oscura frente,
manos sesgadas,
pies rápidos.
Empapa conductos derribados
por el congelado toque de
                                      queda
con su cuerpo de bala
y su interminable
                        sed
de chasquidos.
El aleteo de sus labios
se posa en cada rincón adormecido,
despertando de su letargo
a búhos con ojos cerrados.
Una línea se tumba
sobre su estómago
                           encharcado
por travesías matutinas
entre el río y el océano:
es el
      infinito
con máscara de círculo
que recorre con sus yemas
los huesos de marfil tintados.
Un suspiro envuelve en su pañuelo
las sedas de arterías relucientes
y cuerpos rosados,
adentrándose en
                        caverna
como boca de lobo.
Una bujía sin engrasar
apoya su nuca en la roca
que es el pesar
o besar oscuridad.
Con sus pómulos convexos
la sangre acaricia su lomo,
otorgándole el poder
de rotar sin cesar.
El Sol se arrodilla absorto
ante las luces de sus ojos:
el
   lobo
posee un mundo
sobre sus hombros.
La muerte nunca
le pareció
tan dulce.

Esquivo

La pesada mano de la aurora
aplasta moscas con firmes
uñas afiladas.

Las moscas rehúsan arrodillarse
de pies a cuello
frente a la furia
sideral
de la carnes doradas.

Pieles que se amalgaman
con las palabras,
palabras que se reflejan
en pupilas a fuego y hielo.

Un enjambre de escombros
sepulta el pasado;
las alas de un pájaro
se desprenden de las plumas,
dejando solo músculos,
venas, huesos,
al descubierto.

Se desnudan las cabezas
y los sesos se sacan brillo
luchando contra la lluvia de arena
que amenaza con devorarles.

Las farolas se desestabilizan
con el tronar de los parpadeos atónitos
ante la sangre
que no deja de brotar.

Aceras semioscuras,
de sombras afiladas inundadas;
aceras temerosas,
de suelos y picos repletas;
aceras que silencian
las manecillas todopoderosas.

Las formas solo renacen
cuando consiguen esquivar
a la retina.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Crujir

Álgidos instantes dentro de nuestro ser,
Acechantes como espinas a los ojos,
Esperando el toque de voz
Que los haga combustionar.
Los rayos fragmentan las nubes
En porciones de filamentos
Repartidos por el vacío
De un estómago siempre hambriento.
En la cuna de manos machacadas
Explota la náusea
De látigos de cuero
Sobre pedazos de aureolas de carne.
Una sacudida bajo la espalda
Encierra
Mil plegarias;
A lo lejos,
Se oye un contador
Pero no de cuentos.

Estático

La metamorfosis del aire
En movimientos
Genera la acción
De los cuerpos.
Un hueso cae al vacío
De negro espesor humedecido
Por gargantas caninas.
La uva baila posada
En libélulas adormecidas
Entre bambalinas.
Una llama crepita
Al son de los gallos
Entre las cenizas
De amores pasados.
Sentado en la acera
El aire sufre de goteras;
Las manecillas se cancelan.

En canal

Los caminos se abren
en pieles muertas,
bocas sedientas,
polvo para beber.
La carne empuña el metal,
cortante como puntos finales,
hundiéndolo después
en ciervos recién nacidos.
Un gorrión intranquilo
ahogado en las cañerías
interrumpe el oxígeno para las ratas.
Gusanos blancos
y rosas de espinas retorcidas,
apuntan en la agenda:
"Desmenuzar retinas".
La sangre huye
por caminos abiertos en canal,
sin puntos ni comas,
que la salven.
En la costa
la espuma
es oscura.

Cambio

Una cadena de lenguas cortadas
se precipita por el cieno
abandonando la materia flexible
para cruzar los brazos
del frío cielo.
Los cefalópodos aprietan sus cuchillos
con las ganas de sus pupilas,
huevos podridos
en carne deshilachada.
Empalagosas son las cuchilladas
cuando se les aplican
dosis de máscaras agrietadas.
Reconforta oír al tren llegar,
las vías están ocupadas
tatuándose cruces y rayas.

Sacudida

Firmes se arrojan sobre ti
dalias de plomo
enfrascadas en sienes cosidas
al firmamento de olvido
con pestañas repletas de suspiros.
Se resquebrajan las medusas
en tus pies
cuando cruzas el cristal
de las miradas de hiel.
El golpe certero
de los labios
en los huesos.

martes, 17 de septiembre de 2013

Tú. Te. Tu. Ti

Podrías abarcar entre tus precipicios
el infierno de frentes que afrontan
el duro frote de dudas
poco fructíferas.
Chasquidos de cal que se consumen
por sílabas que sisean contoneos
de silbidos de ultratumba.
El epitafio de las monedas
al rozar las caricias de tus pies
sobre las lonas que sueñan
con peces de marfil.
Una cordillera de suaves curvas,
finitud en comisuras interrogantes
que disciernen entre caminos
oblicuos en anchura;
separación de brazos
provocada por un cuerpo a contra corriente.
Podrías
trabar
las trabas
con solo
carraspear
tu garganta.

Asiento

Retornar eternamente a la espiral
en blanco y negro;
amarillo en la retina,
cinematógrafos de sal.
Los rabos se contonean
por bocas náufragas,
galopando por el viento las palabras.
El amor hace a las miradas
sin fronteras;
el mimbre muerde mi carne.

Convexo

Pieles sin rastro de venas
que les nazcan de sus ojeras,
afiladas como garras de sable
apuntando a yugulares.

Pieles flácidas cosidas a borbotones
de sangre coagulada;
olas sin movimiento,
estática la tierra tras pisadas sin nombre.

Hojas psicópatas que asesinan orugas
en sus crisálidas de luz eclipsadas.

Todos los reflejos aprietan
entre sus dedos
el óxido del olvido
y lo clavan,
a quemarropa,
en costados en vilo.

Las charcas no tienen sapos
a los que aplastar,
la Luna está ciega
de tanto rodar por escaleras ajenas,
los tobillos se rompen
entonando el acorde pendular
de tangos bajo cuerdas flotantes.

La oscuridad se viste de gritos.
Los ecos
retumban
por costillas
huecas.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Cortante

Feroces bestias devoradoras
de tabúes cristalinos
son las palabras
cuando se les afilan las uñas.

Ignorancia

El sentido estricto de las apariencias
regenta en nucas huecas
sobre las cuales
reposa, verticalmente,
las espadas de la ignorancia.
Comisuras resquebrajadas a navajazos
de máscaras en madera
hayan abrigo contra el cielo abierto
en lanas de ovejas muertas.
Sola está la soledad
solo con un par
de hormigas
en sus piernas.

Sin retorno

Gira la peonza sobre su estómago
sin penetrar las leyes gravitatorias
o romper con círculos incongruentes.
Gira y se sume en las directrices
de manos sin tacto,
carnes sin piel.
Despellejadas, como conejos,
las esperanzas vueltas del revés.
Los grillos contemplan
la danza del pelo erizado,
suspensión de olvido
despojado de pies.
Gira la peonza
y el aire
no la ve.

Tierra de nadie

Desintegrar las deudas con abismos
es pretender cazar agujas
con tan solo pensarlas.
Tarea de colosos
aquella de recoger olivos muertos
entre el vaivén de espirales de humo.
Sin rostros están ya las estatuas.
No miran. Se dejan mirar.
El reloj marca medianoche.
Ningún gemido de placer
se pasea por los oídos de los muros.
Las uñas se adentran en tripas
temblorosas de pavor
y el frío hace mella
en las muecas del calor.
Los sentimientos
en peligro de extinción.
Parece ser que el cuco
insistió en consumirse
para no pisar
la misma tierra que los cadáveres.

A pesar de las cifras

Podrán etiquetar baldosas
y provocar temblores de cimientos.
Intentarán borrar las huellas
de sonrisas sinceras.
Querrán cortar labios
extinguiendo besos,
implantar despedidas
en lugar de abrazos,
aumentar lágrimas
y secar cosechas y sangre.
Pero jamás conseguirán
encarcelar nuestra esencia.


Marcas de agua sobre las voces
que van y vienen por el
ir y no quedarse
que habita en jaulas de cemento.
Por las líneas de cal
pasea en horizontal
la primavera vestida de largo,
huesuda y sin rumbo.
El claxon metálico brama,
el semáforo araña las nubes,
la paciencia se marchita en la tormenta.
Los filamentos de aire se precipitan
sobre cáscaras de cables
formando cruces de hierro
sobre espaldas con aguaceros.
Entretejidas las telas del hambre
en aceras escupidas
por taladros sin piedad;
ratas, magnates
controlan el pan.
La Luna huye de perros
con boinas blancas en los hocicos.
Tropiezan los árboles
con pastillas como cabezas cortadas,
ruedan las joyas
por ojos incrustados en pedrería.
Tacones-aguja
juegan al escondite
en el pecho despiadado
de los borrachos dorados,
los borrachos se adentran en carreras
de cifras y absenta.
Sumergen a la infancia
en el pozo eterno de la insidia.
Puñales como palabras,
palabras como licuadoras,
licuadoras que besan muros
diluidos en tristezas.
El gong marca el cisma sin núcleo:
un día precede idéntico al siguiente,
calcados en gris perla y a medida.
Una mosca verde y obesa
reposa en las heces de los banqueros
hechos de saliva
para después ir a parar
a sus orejas.
Marcas de agua,
de agua podrida,
arrastran las voces que retumban
en las fronteras alzadas
por pechos sin aliento.
Son el cobre y el papel
de colores sin filtro
los dueños de este aparente monopolio:
una tierra que excreta precios
pretendiendo convertir a todos
en prisioneros de la peste.
Pero un niño africano observa el cielo
y solo el rico
mira al dedo.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Fusión cristal-aire

Y ella que se había
perdido,
         rodó con
                 su norte
                            por las escaleras
                                         de polos opuestos.
La brújula prendió en huracanes.
 

Chasquido

Las mejillas tienen mordiscos de noche
tejidos en sus carnes sangrantes.
Retazos de vagabundos
bañados en su propia orina.
Oniria volcada en las mieles
de carpas sin ojeras.
Sombras que despojan de ropajes
a los gatos sin uñas
que maúllan por ser tigres.
Insomnio reinante en los huesos
de frío estaño
sin caricias.
Las cortinas de alcohol
enmudecen la embriagadez
de los sentidos
y los dota de visión láser,
traspasando muros de memorias
cajones donde el polvo
es solo partícula.
Los rayos también ahogan
a las cenizas.

Fiebre

Los navíos podridos
van a recalar a tus cordilleras
con el enjambre de palabras enfrascadas
en tostadas razones para astillarte.
Un tumulto de escamas
se arrodilla ante tu torso
y las aves de paso
se estampan con los faros al contemplar
el hondo valle de tu barba.
Manos como puertas de aire
atravesadas por carreteras sin piedras
ni baches.
Las miradas duelen
cuando retornan desde tu cuerpo
hacia sus hogares
y se pierden por la nada
que permanece en las espinas dorsales
de ballenas ancladas al hastío.
El iris sangra lágrimas congeladas
en trigos polvorientos
y la pupila revienta
los pedestales de tus pies
cuando apuñalas corazones
con tus dientes.
El marfil se amalgama
con el olvido del ser.
El ser nada
por la sed
de eternidad.
Mueren las yemas de los dedos
por el ansia enfebrecida
de carne.

Sin rastro

La orilla del mar
es el surco de sangre
de las huellas solitarias.
Algas intoxicadas de negrura
evocan el moho de costillas desahuciadas
con el lánguido parloteo
de sus manos,
burbujas de sal.
Ojos de espuma,
pies de esparto,
palmas de manos
con indescifrables códigos.
La orilla del mar,
asesina de mercurio y oxígeno.

Puñal en la herida

El exacto punto
donde dos miradas colisionan
concuerda con el gemido de mariposas
enterradas en tripas olvidadas
bajo la arena del tiempo
y, por consiguiente,
la repulsa de cuencas sin ojos
con cementerios de insectos
en sus estómagos.

Gravedad

Tiene un tragaluz en las sienes
por el cual las anémonas petrificadas
se le escapan en cada zarpazo
de existencia absurda.
Sus ojos son infinito rotundo
bajo marea de círculos apretados
contra toda rutina.
El reloj de pared cuelga de su espalda
haciendo de su cuerpo
una aguja en ruinas que clama
por vibrar al llegar al éxtasis
de las horas conjuntas.
Lengua de espigas que rebosa cánceres,
bombas de sangre a peso de plomo
en el borde mismo de la explosión,
conquistan una boca sin dientes
caverna podada de soles.
Piernas como raíces herméticas
con jaulas sin pájaros:
ni la ausencia contiene ya.
Grilletes en párpados oxidados
de velas sin noches
y camas arrojadas por ventanas
huérfanas de vistas.
Y sus manos,
alas como muñones de amarillas lágrimas,
inician el despoje de almas
para que la gravedad
permita que el péndulo de sombra
las arrope en llamas.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Antítesis

Ayer mismo creí
en un mañana
que fuera el grito de hoy.

Reminiscencia perpetua
de los ecos
de manos sordas
que una vez
fueron águilas
de gloria.

Aparente

Las palabras sintéticas fingen
ser incrustaciones en metal incandescente
cuando lloro sonrisas por los dientes
y se arrojan por mis precipicios
temblores de cascadas sesgadas.

Arde

Te deshaces en cielos entretejidos,
licor de labios mojados,
por alambres de redondas esperanzas.

Rodando por pendientes de carne
te enredas como el abandono a las espaldas
y tu cuerpo gira
con el crepitar de los troncos y el viento.

Navegan los barcos por tus pupilas
mientras las dagas escupen sus finales
al reflejarse en tu iris de eléctricas mareas.

Eres luz de todas las sombras,
espejo de glorias,
ensueño de rejas,
susurrar de lemas sobre hombros
en ruina.

Con tus manos fuertes
de gigante sin molinos
riegas los muslos de azul
prendido en amaneceres
sin caducidad ni calendario.

Lo aparente se desnuda
l e n t a m e n t e
dejando volar sus ropas
junto al aire en combustión
que mana de tus bocas.

Te rehaces en cada verso.

Te naces en cada estrofa.

Te haces poema.

Tinta imborrable
que deambula
arrítmicamente
por las venas.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Voraz

Se rompen las miradas
cada vez que las esquinas se desdoblan
intentando huir a lomos de escaleras
que no saben hacia donde bailan.

Cuando los abrazos son tierra de nadie
y los fuegos se consumen
con el suspiro de golondrinas enfermas,
bisontes en celo penetran
en las calles de la niñez
buscando hadas dormidas
para despedazarlas en retales
sin horizontes.

Arrugada en mil hojas secas
la primavera aguarda hambrienta
en las maletas,
hasta que sea tocada
-sin anillos-
su nariz presurosa
con yemas de pez
que nada por ver.

Se rompen las miradas
y los besos de escarcha
con el crujir de perfiles sin sombra
sobre el surco de muslos
ausentes.

Cristales que se suicidan
por el precipicio de sienes,
espuma amarilla
que mana de pupilas de hiel.

Asfalto en los pulmones
de niños sin gargantas,
hálito incorpóreo de reflejos quebrados.

Las esquinas que se desdoblan
se ríen a carcajadas,
clavando dardos efervescentes
en tobillos
mientras las huellas se doran
con el rubor de la sangre recién nacida.

Bajo el manto de un camino
que se cierne sobre sí mismo,
la infancia apuñala
costados de hierro
soñando hacer suyo el verano
y robar zapatos enjaulados
en plena aridez de cieno.

Un intento de bajar el cielo
al infierno
se dibuja en comisuras
como paréntesis
conscientes
de nuevo asalto.

Las fauces del Lobo,
a veces,
no son tan oscuras
como las del Hombre.

martes, 10 de septiembre de 2013

Pecado animal

Las hormigas soñaron una tarde
con tus huellas cerca de su hogar,
rondando la tierra agujereada
en mil patas hambrientas.

Te imaginaron sobre las colinas
de amargas nubes en polvo
que marchitan antenas curvadas
y espaldas sin ángulos.

Hicieron de tu voz
un himno
y de tus labios,
bandera.

Tus besos fueron envasados
en cofres ocultos
bajo el manto de noches en vela
por verte dormir.

Pintaron cielos de barro
para que los amasaras
con tus manos como pájaros
empeñados en acariciar el suelo.

Sacrificaron sus versos,
sus estrofas,
y con sus sangres
te convirtieron en poema.

Tú, otoño
en la garganta enfrascado,
escupiste
-cobrando-
meteoritos de ojos muertos,
muertos con lenguas de fuego,
fuegos de dagas cortadas,
cortantes palabras,
palabras proscritas,
proscritas las bocas microscópicas
inundadas en vómito.

Y las hormigas,
pisoteados sus huesos por gigantes
de hierro,
se arrojaron tinta a las heridas
para carbonizarse
con su propio
error divinificado.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Reino de arena

Un mañana que se viste de bujía
con la fe infantil
de recomponer las pieles muertas
con aceite de espesura a besos.

Unos besos que se apagan
en los ceniceros
a la intemperie del distante cristal.

Un crital amputado y ciego
se asfixia en una habitación sin cama
donde despeinar dudas.

Las dudas, reinas
siempre
del cielo recién nacido.

Cuentos

Te siguen carcomiendo las arañas
cuando trepas por bucles de humo
y cortinas de olvido.

Los besos que aprietas entre los dedos
para apartarlos del laberinto
de tus labios,
se te explotan en despojos de luz
desconocedores de
la fórmula para correrse
hacia límites insospechados.

Las caladas de versos imposibles
se te cuelgan de las mejillas
como equilibristas moribundos
y el Sol no sabe ya
qué manual de instrucciones utilizar
para no quemarte
la espalda
sin abrigo.

Unos dicen que el suelo es el que se alza
para beberte las huellas.
Otros, que eres más difícil de dibujar
que una clave de sol a la inversa.
Algunos, que enciendes las farolas
con solo levantar los párpados.

Yo, aficionada
a las apuestas a deshoras
y las llegadas a contrarreloj,
apuesto los restos de mis latidos
a que,
en realidad,
no eres más
que un hueco en tu memoria
intentando desenterrar
las reminiscencias
de tu particular
Nunca Jamás.

Ceniza

Escucho mi pulso a través
de las ventanas despojadas de cortinas
y se me enredan los ritmos
en estrellas inalcanzables.

La música no llega ya a mi pecho
porque este se encuentra dormido
desde que pulsaste el botón de pausa
con tus garras tatuadas de olvidos.

Éramos y estábamos en las risas
de esos niños despreocupados
que correteaban persiguiendo sueños
y sombras
por un océano no tan salado.

Éramos y estábamos en mitad de un vals,
sobre el hielo de las bebidas,
en balcones sin vértigo de los cuales
colgaban uvas aún verdes.

(Verdes, qué metáfora tan contundente...).

Quizá nuestro principio se perdió
a la deriva de las olas y las dudas
o bajo un paraguas que vaga
por una calle sin dirección,
como esas cartas que nunca llegan
a su destino
o las palabras que la garganta
jamás consiguió liberar.

Las manos me lloran tinta desde las palmas
sin encontrar explicación alguna
a esta tregua sin guerra previa,
a este standby disfrazado de espinas
y envuelto en mierda
que me salpica los pies
sin dejarme avanzar.

Intento hablar con mi pecho,
aprender de las sístoles y las diástoles
el idioma para abrirte en canal
y bañarme con tu sangre,
empaparme de ti por un segundo
y poder susurrarle al cielo
que sigo viva.

Empujo con las yemas repletas
de versos muertos,
sollozo con el cuello marchito
en mil rimas mediocres,
grito
y de mis pulmones me nacen
culebras enroscadas
en negativas rotundas.

Agudizo el oído y me asusto
al adentrarme en el chasquido de vasos ajenos
rebosantes de felicidad que
no me corresponde.

Me lamo los labios y las heridas,
sin puertas de acero que los cierren,
y me escuecen en esperanzas calcinadas
por el frío que hace hervir
mi coraza de carne y hueso.

Y cierro los ojos,
desmontada como un pájaro
sin alas,
pero no recorro oscuridad
sino tus ojos acechantes,
buitres alrededor de tripas
descosidas
entre costillas de polvo.

Mis cuencas desembocan
en la nada,
y en nada
me convierto
cuando te pienso.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Sangre congelada

Cuarteto de cuerda quebrantado
por la saña de dagas
que caerían empuñadas por grisáceas turbulencias
olvidando
las claves compartidas.

Amanecer quebrado

Peces de azules entrañas despuntan
por el fino borde del infinito
mientras las vacas mugen
y apuñalan con sus lenguas
el vientre del alba.
En estaño caramelizado se convierten
las patas torpes de hormigas ciegas
que deambulan por pétalos, flotando
con el roce de ecos y herraduras.
Flores descosidas de sus tallos de luz
ahora beben sangre apelmazada
en sus raíces de puntillas dilatadas.
A cuchilladas agudas mata el gallo al sueño
empapando las camas de bostezos
y acordes de violines sin cuerdas.
Las guitarras tienen venas de café
esparcidas por un suelo con ojos de espada.
Peces de azules entrañas despuntan
por la calma inquieta de la tierra
conquistada por pisadas que suspiran
sobre el manto de estrellas olvidadas.
Las uñas del ayer devoran la mugre del pavor
a mordiscos desencajados
y sus bocas de dientes redondos
se llenan de aguijones vaporizados.
Un niño murmura palabras sin contornos
en pesadillas de orina oscura.
Un gato se lame las heridas en carne viva
que le nacen de su lomo arqueado
en mil flechas rojas.
La aurora aguarda silenciosa,
como un puma hambriento,
la voz trémula de las campanas
encima de las veletas.

Astillas

Se encuentra sentada en un banco de cristal
con las piernas a merced de la gravedad
por miedo a que se las lleven las olas
que le rebosan de los párpados.
Es septiembre,
asesino mes de instantes burbujeantes,
y la ropa asfixiante ya empieza a despuntar
de las cabezas de niños incansables.
Sentada pero tan perdida
como si estuviera de rodillas
frente a la guillotina.
Las fotografías de promesas empolvadas
en copos de trigo y azúcar
se desploman en el suelo
y las hojas de árboles apresurados
se enamoran de sus sombras en el asfalto.
No se inclina para recogerlas
pues sus manos son ya
claveles con alfileres como pétalos.
Inútil, entorna los ojos
y comienza a mimetizarse
con el basto acabado
de esa brecha verde que alimenta
los espíritus sin mapas
entre el gris cemento.
Es un camaleón.
No oye.
No piensa.
No ve más allá de su lengua
de infinita humedad que no empapa.
Los insectos le huyen
como escapan de sus lánguidos brazos
las razones para ser humana.
El cielo se tiñe de espanto
y un orgasmo impacta en su pecho.
Calcinada a balazos eléctricos,
besos más misericordiosos
que aquellos que su suerte
jamás le osó dar.
Intenta andar para no adentrarse en laberintos
pero el suelo se anticipa a sus movimientos
y comienza a girar bajo sus pies.
Es una peonza.
Se contorsiona
y las miradas que se le salen de sus heridas
suspiran sangre amarilla.
Amarilla mugre que no abandona
a quien la rechaza.
Volátiles partículas en el cuello
son las caricias contra mareas
y huracanes
por las que tuvo que luchar
siempre con la vuelta empobrecida.
Desorientada busca refugio
bajo su capa de melancolía,
se sumerge en brumas de caracolas
y las branquias lamen sus yemas.
Es un pez.
Aletea y gime al soborearse
tan escamosa y salada como sus huellas,
destino donde siempre sobraba.
Un águila planea sobre las aguas,
la captura sin tregua
con hambre de muerta en vida.
Sus ojos de huevo a punto de eclosionar
vuelven a rodar por manecillas lineales.
El tiempo sale de su ensoñación
para instalarse de alquiler
en una muñeca sin pulso.
Se encuentra sentada en un banco de cristal
con las piernas a merced de la gravedad
por miedo a que se las lleven las olas
que le rebosan de los párpados.
Es una soñadora
con alas astilladas
entre otros tantos
borrachos de vida.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Entre los ojos

El infierno es el placebo
de los idiotas.

Las esquinas tienen espinas
que esquivan posibles golpes certeros,
los cuales podrían astillarlas
antes de palpar la frente acartonada
de los muñecos que vagan por líneas rectas
persiguiendo la linealidad invariable.

Se rompen las brújulas por
inanición de iniciativa carcomida
y los andenes se suicidan
al contemplar disfrazadas despedidas.

Canciones de verano en invierno,
princesas de casta poligonera,
mafiosos que trafican con vidas,
perros más humanos que muchos hombres.

A veces me autolesiono cuando pienso
que los libros se ahogan en sus estanterías
con el polvo de miradas inexistentes,
y que hay más de un daltónico
que pisa el freno
mucho antes de que el semáforo
se vista de rojo.

Cebras corrompidas por el opio
trazan cuadrículas en sus lomos
ahora tan fríos
como un tablero de ajedrez.

Seres binarios que apuestan sobre seguro
y rechazan tuétanos de raíces como gigantes,
convirtiéndose en hienas
que no saben reírse
ni de su propia sombra deformada.

Gilipollas todos los que
garabatean corazones
y los arrojan al vacío
de ascensores cojos y sin muletas,
aquellos que rebañan oro
frente a los que ni siquiera pueden permitirse
cubiertos de hojalata,
los desquiciados que desquician
al menos desquiciable
cuando profanan la palabra Libertad,
innombrables cuya afición consiste
en apuñalar sueños por la espalda,
tinteros de hielo fundido
que dicen ser agua potable.

Gilipollas.
Gilipollas.
Gilipollas.

Y yo
me miro
y no me siento,
pues mis sentidos se alteran
y me abandonan
al sentir sobre sus bocas
tanta mierda que flota
sin vergüenza alguna.

A orillas del precipicio

Conventos incrustados en ligeros
bordados con sangre negra
apelmazada en muslos de nube,
reminiscencia de cálices con lenguas de fuego.
Por las cejas desfilan soldados de plomo
grapados a sus leyes nefastas
por las solapas de sus mecánicos contornos.
Un tropel de flores marchitas
sobre mesas de arcilla
aguarda el asalto final
que las haga arder en reflejos de ausencias.
Retazos, bocetos,
manos que aletean entre bastidores
disolviendo el gong dorado
que libere sus escaleras
de uñas con purpúreos venenos.
Piernas calcáreas apegadas a raíces
de escarcha,
reptan por el subcielo
devorando partituras empapadas
de arena enlatada.
Las caracolas se esconden
bajo el abrigo de lo apatente
y las olas tienen las bocas
inundadas de alabastro.
Las moléculas de polvo se alzan
contra la dictadura del viento,
rompiendo castillos de sal
paridos por el firmamento de tinta caníbal.
Cangrejos asustados buscan
pinzas de repuesto
por si a las piedras les da por rodar
cuesta arriba y sin gravedad.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Frustración

El viento caza migrañas
descosidas de inviernos.

La frente proyecta reflejos
de memorias paralíticas.

Choque frontal de manecillas
integradas en relojes que sangran
palabras vestidas con pólvora.

Heridas

Párpados entreabiertos
por donde escapan
las miradas del alma.

Lo llamaban Inspiración

La daga de laurel que en su frente dormitaba,
despierta con el crepitar del gallo
en el zinc del alba.
Sol naciente recorta andenes mendigos
habitados por mendigos cuerpos
que encienden mendigas palabras.
Las heces se empapan con la mugre
de las miradas
y el vómito está crudo
en aceras muertas.
Andando a tientas en un ciego
tentar
sobre cuchillas oxidadas,
sin zapatos que amortiguen
el dolor del orgullo sangrante.
Esnifando oro fundido de glorias pasadas
por el hueco microscópico
de un suspiro en suspensión.
Los movimientos de luces y sombras
enredados en un baile sin acordes
bajo un telón de hiel impregando.
La daga de laurel que en su frente dormitaba,
despierta con el llanto de camellos
sin desierto donde reposar
sus pestañas de áridos sueños.
Penetra el metal enfermo de ira
en la carne blanda del hombre
al caer bajo ojos desquiciados
por encontrar curvas en las esquinas.
Retales de venas sin hilos,
de arterias sin empalmes,
de poros que combustionan
con el olor a derrota.
Un enjambre de cables
escupe corrientes de aire eléctrico
enmarañadas con un sexo de luto.
Canta la guitarra a orillas del mar
en honor a la crueldad
del pulso certero,
hiriente,
sin piedad.
El violado se pliega como escarcha de papel,
se baña en sudores amarillos,
se hiela los labios
con inertes manos.
Perece en brazos anaranjados
el nombre impronunciable ya
para el hombre sin nombre al que llorar.

Despertar abrumador

Por los poros se escapa la hiel
suspirando arabescos de humo.
Carámbanos de lenguas marchitas
cortadas en fraccionarios sonetos
que empañan lámparas de arcilla.
El agua inunda la maleza estrepitosa
de una mente demente
repleta de escaleras que dan coces
al no dejarse pisar.
Sudor de naranja inmadura
emana de lagrimales equilibristas
sobre cuerdas de estrella moribunda.
Caen copos de nieve negra
sobre la espalda en ángulo obtuso
que reposa en el mimbre de torcida hiedra.
Caprichosas manos las que recorren
un cuerpo desmembrado
intentando resucitar pasiones degolladas
como lobo en boca de humano.
Caprichosas e ilusas las yemas furtivas
escondidas tras los párpados agujereados
que revisten un torso de inacabables dunas.

Todo en él era derribo, escombro,
ruina regada con tinta enrojecida.
Todo en ella era luna, luz,
ecos de un mañana con ventanas
y balcones que saborean la mar.
Dichosas las pupilas que los vieron caminar
endeudados de ensoñaciones
por montañas cosidas de enjambres
con aguijones de metal.

Por los poros donde escapaba la hiel
suspirando arabescos de humo,
se van cultivando semillas sin fruto
en el árido ártico oscuro.
Carámbanos en los muslos,
brújulas desdibujadas en la sien
y el vacío insomne del pecho
atravesado por balas que no osan ver.
El roce con alevosía de flechas
contra almas sin norte
es el hálito humedecido por espuma de mar
que vaga por caminos sin pisadas
ni raíces donde abrigar
las huellas de los cadáveres condenados
a existir sin pecar.

Burbuja de hierro
con cabezas de alfiler,
amamantan cangrejos
con raíles en las retinas.

Linealidad del tiempo.

Todo en él era ya pólvora
en éxtasis de estallar.
Todo en ella, cenizas
de polvo de cristal.

Se consumieron las bocas
al luchar por ser besadas,
como cerillas bulímicas que vomitan
el fuego de la eternidad
en sus mejillas.
Se perdieron,
él y ella,
ella y él,
en rosales sin espinas a las que arañarse
y cayeron en el hondo pozo
de la realidad travestida.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Asesinato

Saliveando silbidos inquietos
va abriéndose paso
el tren repleto de alabastro.
No hay raíles que lo condenen
al frío tacto inerte
del alba sin lechos ni toldos
donde abrazar la gracia
de las nubes de coral.
Alfileres en su interior encorsetados
en cabellos de terciopelo,
apoyan sus ojos de blanco huevo
en los brazos rocosos de Morfeo.
Los puentes acunan a los astros
en cestas de mimbre
talladas por sus enredadas manos.
Los túneles tienen la lengua cortada
de tanto aspirar vacío
en sus entrañas.
Sin hilos ni telas para asfixiar sus fisuras,
el gigante de hierro supura humo de sus rendijas,
empapando el pulmón del cielo
con su mortecino reflejo.
Cuervos se afilan al vuelo
entre el péndulo
y el averno,
graznan a sabiendas
de la rendición venidera:
la inclinación del Sol sobre la tierra.
Cabalga la gramola de luto vestida
colgando de la cintura del fuego,
introduciendo sus yemas secas
en el centro mismo de su ser.
Repira la escarcha masturbación etérea
por el laberinto de troncos que se curvan
ante el egocentrismo del viento.
Roces fundidos chispean
sirviendo de coro al eco de las cobras,
apartando selvas de incienso
y manglares con sirenas cojas.
El tren es ahora una bala de estaño celestial,
el filo de la espada justiciera
que vence miedos y nidos de lechuzas hambrientas.
Por las cuencas de los ojos certeros
se escapan los moribundos rayos de luz,muriendo en boca de un horizonte en llamas.
Los cronómetros agudizan sus sentidos de marfil
e intentan alejar
al tren
de su hogar.
Tormentas se forman sobre su frente
lo aporrean con sus llantos eléctricos,
lo empotran bajo huellas de granizo
en el polvo de la hierba,
lo alzan para morderle las piernas de rocas sedientas.
Mudo queda el silencio,
cegadas las arterias,
congeladas todas las regiones del cielo.
El tren,
desgajado en partículas de neón,
se evapora en un suspiro de carbón.
Y se pierden los caminos
por sus venas ya huecas,
y se arrojan a la nada
los pozos de sangre a presión de sus bujías.
La meta lo espera
viuda
en el andén,
sin zapatos
ni gabardina de acuarelas.

Bruma sin mapas

Tenía la noche un manto cosido
con perlas de carbón,
rasgado por lágrimas de antracita
que escupía
un niño de cartón.
Tenía la noche quedo sonido
que recordaba el rebotar
del olvido por los muros de piedra
sobre los párpados del sin hogar.
Una estampida de dagas envenenadas
esculpían los ropajes harapientos
de farolas hambrientas
de aura y aliento.
Rasgaban los tulipanes
balcones entreabiertos
con sus pétalos prohibidos
de cristalinos filamentos.
El silencio perseguía a los perros
que aullaban al viento
en tierra de nadie.
Gargantas afiladas como puños
de sal y escarcha.
El silencio era un transeúnte sordomudo
con borlones purpúreos en los labios
de tanto irlos cerrando.
Las sombras jugaban por las aceras
que gemían las nanas
de madres sin cuna
y árboles sin ramas.
Tenía la noche un filtro
ahogado en aire cobrizo,
una cáscara agujereada por besos de hiel,
el canto entrecortado
por el llanto del perejil.
Tenía la noche pies de plomo
y ojos de sombra,
raspa de pescado
y pólvora en las pestañas.
Iba zambulléndose en cada bar bravío
contando sus pasos tardíos
en mitad de la penumbra
de su desvarío.
La noche.
La noche.
La noche.
Fugaz bruma sin mapas
que ensarta razones
bajo tacones huérfanos de paz
y lápidas con epitafios
sabor canela.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Péndulo suicida

Sobre los párpados de enjuta tristeza
se bañan las magnolias
colgadas en péndulo
de pestañas temerosas.
Chispean como fino cristal
los balcones heridos
por dagas de sombra
y las rejas se suicidan
frente a la mirada cóncava
de pájaros con picos de aguja.
Baila el fuego enredado en su selva azabache,
bucles de grafito,
sobre la almohada perezosa.
El silencio apuñala sus costados vírgenes
de blasfemias,
empapándolos con saliva lánguida
de pozos sin fondo.
Espigas agrias son sus barbas,
amapolas sesgadas en las palmas
y labios huérfanos de caricias
con huella felina.
Las raíces sacan sus puños
en carrera hacia sus tobillos
y lo clavan
al presente mortecino.
Filamentos de hierro
acunados quedan en la cama del olvido.
Descansa intranquilo el insomne,
hombre de ojos perdidos
y espalda sin mapas.
La luz se escapa,
fugitiva sin nombre,
prendiéndose a los pies del alba.
Caleidoscopio que se retuerce
propinando dentelladas
a sus carnes yermas.
Las cenizas en su cuello
crean soga de ortigas
y sombrero de copa raída.
El pájaro,
juez y verdugo,
observa su alzamiento
sobre sus piernas de papel plegado
hacia tierra de nadie.
Sobre los párpados de enjuta tristeza
se bañan las magnolias ya muertas.

Pasión trémula

A paso largo y estrepitoso van los jinetes
galopando río abajo
por el agua de travesía lunar.
Trotando por los cristales congelados
de la hierba seca,
prendidos sus ropajes de amarillos
por sombras de labios viperinos.
Van los caballos con espuelas
en el espinar
como espigas ineptas
que solo saben taladrar.
Brama la lechuza en sus patas
con ojos de pasado en escombro
y plumas cosidas con gajos de llamaradas.
Palpitando en sus manos
las riendas,
garganta abajo
va la sangre abriendo paso.
De rojo se tiñen las venas etéreas
con herraduras de plata fundida,
forjando laberintos de metal
y lenguas tatuadas con arabescos.
A paso largo y estrepitoso van los jinetes
galopando por el cuerpo erguido
sobre vapor de deseo.
Se adentra la luz en la caverna
y despedaza reflejos de arena.
Lujuría de pecho fluorescente
donde emana vino de escarcha
de poros polvorientos
encerrados en ataúdes de nácar.
Se derrite el perfume de las sombras
en licor de manzana.
Libertinaje envuelto en encajes
y volantes como lagos
de hondas profundidades.
Chapotean a la deriva,
espuma de blanco nuclear,
oraciones de manos
que no recuerdan nadar.
Baila la aurora sobre cortinas de humo
mientras que la noche huye cabalgando
entre el cielo y las aguas.
Las camas se tumban tostadas boca arriba
con piel vertical
y claveles en los párpados.
Se empapan las patas un par
de gatos
con la saliva de los peces
escamas
color ensueño.

Narcisismo

Risas
que se empapan
para ver
su reflejo
en cascadas masturbadas
por la gravedad.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Paren( )tésis

El tiempo amenazaba con violar
las esquinas de sus labios
disparando hacia el vacío
copos de aritmética descosida.
Ella
intentó calcular la masa
de la materia
en sus versos
pulsando todas las teclas
de su calculadora.
El resultado:
la suma de límites que tienden,
ambos,
a más infinito
es igual
a una oleada de paréntesis,
con apetito voraz,
de besos que gimen
en hojas en blanco.

Metamorfosis de un sueño (con) impuesto.

Caleidoscopio y Peonza
en matrimonio civil
prendieron a los funcionarios
en arroz rayos X
que dilataban sus pupilas en un
"Bienvenidos a la nueva vida
de recién esposados."
Ruleta ganadora en fichas rojas
para principiantes
con suerte
siempre limitada.
El minutero se zambulle
en tazas desportilladas
con volteretas de currículums
en llamas.
Se agrian las líneas
y las curvas engordan de días
calcados.
"Lenguas arriba
y manos en firma,
cheque con importe de gala
y cobro en gasolina,
esto es un
atraco capitalista",
brama el ladrón con traje de marca.
Víctimas graves en urgencias
por herida de arma de cuero
y correas
de plata.
Los pucheros en las barbillas
se jubilan
y las aceras lloran jugos gástricos
de estómagos con úlceras
de cuerpos sin fondo
en cuclillas sentados
en sus oficinas.
Teclea.
Sella.
Deletrea:
L
I
B
E
R
T
A
D.
Y date un portazo
con nariz de por medio.
Ahora ríe.
No,
mejor llora pero no te ensucies
los zapatos
de charcos con sogas.
Embarázate y que suba
el colesterol de la señora
Demanda.
No te quites las cadenas
para ducharte
que ese metal no se
oxida.
Bla. Bla. Bla.
Las camisas refrigeradas pululan
desde el otro lado del escritorio amarillo
con pisadas de
asfalto
en las costillas.
Las sudadas en complejos inertes
asienten como mimos
con muros derrumbados.
Puntual.
Espalda recta.
No bostece.
No descanse.
Coma esto.
Aquello.
Bocas sin dientes,
dientes sin lenguas,
lenguas sin gargantas,
portazo en una mano,
orgullo en la otra,
polluelos en la cocina,
mamá pato esperando en la cama,
finiquito sobre máscara de alivio.
Así es como escapa un buzo
de algas que lo manosean
para exprimirlo.
Pero la batidora
lo espera
irremediablemente
en la orilla.
El buzón termina por ser ingresado
por empacho al digerir
cañonazos de papel
con cifras que disparan
punzones en el pecho.
Las frentes pringan,
el pellejo se balancea,
el gotelé conquista,
y luz y agua se fugan
de las trampas para ratones.
Se suicida el pan de cada día
con los hilos que le cosían
los retales con
huesudas manos.
Telarañas,
polvo,
ensueños enlatados.
Cuatro gatos de grafito
cierran puertas y ventanas
que ni las termitas contemplan
con deseo.
Cuatro es un número par
que sirve de asiento
a escalas inquietas
con más poder que él.
Cuatro, perro blanco
intoxicado de pólvora
escupida por fábricas
dirigidas
por necios sesos.
Caminaban cuatro
cadáveres
muertos en vida
con las tripas empeñadas
y las maletas
desahuciadas.

Lumínicos

Sangrando en cada verso
gajos de espuma sólida,
entrante del almuerzo
en el cielo
de la boca.
Supurando emociones
a tras luz
que confunden cortinas
con manos presurosas
en búsqueda de
otro cuerpo
donde quedarse a dormir.
Peaje de besos a pagar
y abrazos que levantan
vallas que no van
ni dejan ir.
Las heridas de par en par
en el pecho se contorsionan
con las alas mojadas por gotas
de pesadumbre
que no alumbra
ni emana.
Los dedos atraviesan
campos de (des)concentración
en los cuales los sueños son
gaseados
por ejércitos de ladrillo
y en fosa común
las utopías
perecen
a la intemperie de los
carroñeros.
Las lenguas contemplan la
escena
temerosas de secarse
con las arenas de la travesía
entre viento
y metal.
La Luna las mira
con ojos de plata fundida
sin ganarle el pulso
al insomnio,
guerrero de hacha
inflexible al tiempo.
Por carreteras huracanadas
combustionan las manos
como cometas de estaño.
Huérfanas de techo,
de mapas,
de sombras,
pero con el alma henchida
en ardor estival de nevada.
Las avalanchas no las alcanzan,
sus anticuerpos se manifiestan en
huellas que desprenden
ríos de magma.
Todo lo empapan con el empeño
de un corazón apresurado
por cazar las letras que vuelan
por lenguas libertarias.
El pasto seco
se prende con la fugacidad
de dos pares de extremidades que
se miran
sobre el reflejo del andén oxidado
de una estación
avocada al olvido.
La esperanza de encajar
reduce la nada
a abismos de coral quebrado,
se tallan raíces desenredadas
en las palmas,
se trazan líneas
más largas.
Las palabras son prescinbles
cuando los moribundos
se topan con razones suficientes
como para no transformarse
en cuerdos esclavos
de sus miedos.
El eco de un soneto
barre las bóvedas de polvo
en suspensión.
Las hojas enfermas de otoño
sonríen.
Las habitaciones quedan supeditadas
a dos sexos
en son de guerra enlazada.
Los relojes de sol
son retados a duelo
al alba.
Y la noche se despertó despedazada
por la cera
de sus velas
sabor
a luminiscencia
eterna.