miércoles, 31 de julio de 2013

Inspiración

La inspiración nace de una nube de realidades que se evaporan a golpe de parpadeos, pero se mantienen latentes en cada pulsación irrefrenable de crear, dar vida y contar historias.

                                             Sedosa la fragancia que vaga ronroneando por el alma.
























sábado, 27 de julio de 2013

Sevilla

Serena que arrulla recuerdos en su vientre,
de dorados reflejos se cubre
cuando el Sol la sonríe,
y se congela en pétalos de hielo
mientras las nubes cubren su frente.
De tersa piel están hechas sus manos,
que recorren laberintos de edificios y naranjos.
En flor renace cada primavera y en verde se tiñe,
un verano tras otro.
Fiel a su historia,
cuna de cultura y progreso,
de artistas y guerreros,
de amores y sueños.
Embrujo que hechiza hasta al más ateo posees,
el cual danza en las noches cerradas,
elegante, gracil, ondeante.
Un fino velo de tul deja traslucir tu belleza,
velo de azul brillante que grita en la inmensidad del cielo,
levantando miradas,
sancando sonrisas,
descubriendo ilusiones.
En tus curvas se redondea el gusto de perdese por ellas,
las ganas de perseguir lo escondido,
lo inolvidable.
De fondo, los cascos de un caballo,
que truenan haciendo ecos en tu espalda,
haciendo volar la sangre por tus mejillas.
Sonrosadas tardes que cobijas bajo tus brazos,
de besos cubiertos entre la oquedad de cada rincón.
Lugar de lágrimas y nostalgia,
enclave de paseos interminables.
Canto que brota y que emana de tu garganta,
Sevilla recita y el mundo la escucha.
Al compás de una guitarra baila
y mueve su falda al son de las palmas.
Arte que refulge entre pinceladas verdes y azules,
duerme en noches,
sueña en días.
Centro de Andalucía que se baña en aguas translucidas,
acunando contra su pecho barcos de papel.
Sevilla.
Solo eso.
Sevilla.
Siete letras.
Múltiples emociones.
Vibraciones que chasquean por los huesos 
y calan en lo más hondo.
Llovizna que penetra en la piel.
 Sevilla.
Imborrable de nuestro ser.

martes, 23 de julio de 2013

Invierno y verano.

Para ser sincera, hay algo que me fascina de esa luz del invierno. Es algo así como ver la realidad a través de una fina película semitransparente, de frío helado pero con matices de rojo intenso.
Soy de las que opinan que las mentes más frías suelen tener el corazón más ardiente, debido al hecho de que se protegen de esa forma para mantener sus pulsaciones firmes, para que no se les vengan encima aquellas pasiones que desbocan pieles y manos.
Es por ello por lo que a día de hoy me declaro partícipe del invierno y sus juegos ocultos, bajo los cuales esconde un secreto revelador: el mayor misterio se encuentra en el frío. Pensándolo bien suena lógico: cuando un objeto está congelado se conserva a la perfección, salvo por los diversos tonos de azul que lo conquistan y lo tintan. Es decir, el invierno es la época en la cual los impulsos quedan relegados a la mente, permaneciendo estos primeros en un letargo que la primavera despierta a fuego lento.
Es difícil entender la fragilidad de un copo de nieve cuando se le ve flotar de lejos, pero entre mis manos queda a la intemperie y se derrite como consecuencia del calor latente de mi cuerpo. Un cuerpo de ser humano que, al contrario que la naturaleza, no es capaz de reprimirse. Tal vez, lo más seguro, porque no quiera. Y es que la mente puede hacer que piense y razone, que cavile y cuestione hasta el final de mis días, pero el goce profundo y el éxtasis irrefrenable solo se alcanzan dejándose caer de vez en cuando el los abismos del verano.
El Sol, amigos míos, despierta la carne de su estupor y la renueva cada año, transformándola en un boceto que va trazando conforme pasan los días y las horas, marcando en ella la huella de latidos que giran y danzan siguiendo el compás de las olas.
Pero cuidado, sed cautos a la hora de dejarse llevar, ya que el verano es traicionero y el invierno lo sabe. Es por ello por lo que lo espera en cada esquina con el afán de sorprenderlo con un gran soplo de hálito helado, tornándolo azul y devolviéndolo a la cápsula de ensueño de donde salió.
Moraleja: en un mismo cuerpo pelean verano e invierno, ¿sabremos, pues, reconciliarlos?

lunes, 22 de julio de 2013

Hacia el final y el principio.

En esos ojos,
vidriosos, callados, azules,
como estanques en calma de hondas profundidades.
En ellos se trazaron las delgadas líneas,
interminables,
del pasado.
Cadenas que se entrelazan en sus pupilas,
de laberintos formadas,
crean prisiones para los sueños y las sombras.
Todo queda y todo pasa,
nada se vuelve y la mira,
nadie nada en sus océanos salados y extensos.
Los tiburones acechan en el filo del abismo,
carroñeros, carnívoros, voraces.
Se despedazan entre dientes de iris azules,
matices de plata y oro.
Las aguas se tiñen de rojo,
burdeos y escarlatas conquistan territorios,
como si de un tropel de jinetes se tratase.
Turbias aguas del olvido,
ahogadas como los gritos de los mimos,
que rugen en las gargantas.
Burbujas de luz y aura se escapan,
intentando luchar por la salida.
Laberintos de corriente que empujan y arrastran,
que ralentizan,
que corrompen,
que chillan.
Los ojos se miran y se propaga el miedo,
temor a lo desconocido del pasado.
Lo conciente de la consciencia de la incertudimbre.
Las esquinas se desdoblan y los párpados se difuminan,
ondeantes banderas que desertan,
dejando la batalla sin ganar,
aun cuando los tambores redoblan
y los guerreros luchan.
Sangrantes pestañas que lloran sin pausa,
sin descanso se bañan en la playa,
que empapa sus límites con el líquido que derraman.
El iris se entrega al caos,
la pupila se dilata hasta alcanzar la Luna,
para abrazarla,
para sentirla,
para besarla.
Pacto con la noche,
eternidad,
pausa.
El estanque se agita pues una piedra,
dura, inerte, cruel, fría,
cae y rebota y entra y explota.
Una lágrima sale a verla estallar,
en mil pedazos de cristal.
Maravillada la mira,
se miran,
la mira.
Trozos que han fallecido a su lado,
como esas horas que muertas quedan,
tras sus pasos de agua.
Incorpórea la lágrima llora.
El agua derrama diamantes brillantes,
diminutas luces que chispean,
como estrellas.
Los ojos se observan,
se abren,
respiran las cuencas que los acunan,
besándolos constantemente,
como una madre que mima y que cuida.
Se cierran, los tapan,
mueren una vez más ante los acantilados de la vida,
acantilados que se sumergen en esas aguas que,
bravas, indomables, incansables,
los ahogan en las cavernas oscuras del olvido.
La muerte al fin y al cabo,
es la soledad del estanque en calma,
sin nenúfares ni libélulas.
La muerte de todos es el comienzo de otros,
el cierre de esos ojos y esas olas que embestían las murallas.
El principio de otros campos de amapolas,
que crecerán entre el trigo dorado,
suavemente danzando con el viento.
Silencio entre un mar en blanco y negro.
Cenizas del recuerdo.
Pasos que se borran con la marea.
En esos ojos,
vidriosos, callados, azules,
como estanques en calma de honda oquedad.
En ellos se dibujan el final de lo vivido y
el comienzo de las metas que quedan por trazar.

domingo, 21 de julio de 2013

Vida y tiempo.

Nos quejamos del tiempo que pasa,
rápido, ininterrumpido, inexorable,
entre los capullos de primavera y
las hojas secas del otoño.
El tiempo que pasa,
para no volver su cabeza jamás,
nació condenado a encadenarse,
a nosotros, a los árboles, a las aves.
Prisionero que vuela y cabalga,
incansable,
entre prados y colosos de cemento,
a través de miradas de cristal y sonrisas de plata.
Arrastrando el lastre del pasado,
minutos y segundos que mueren,
que renacen,
como el ave fénix,
de sus propias cenizas.
Y es que el tiempo no para quieto,
como un niño que baila entre los charcos de agua,
un día lluvioso,
en un patio andaluz de blancas paredes,
de rejas azules y jazmines vírgenes.
Ese niño que danza y que salta,
que cae pero se levanta.
Ese niño es el tiempo,
el presente,
el hoy.
No hay nada más eterno y a la vez tan efímero,
inexistencia de lo permanente,
de lo estático.
Pero no seamos egoístas,
pues el tiempo muere cada día,
cada noche,
cada amanecer,
a nuestro lado.
Al otro extremo de la cama un reloj nos mira,
con sus ojos finos y rajados de tanto contar los minutos que quedan,
los minutos que faltan.
Le devolvemos el saludo,
una palmadita basta.
Otro día,
otro presente.
Los niños juegan en la calle,
tras la lluvia todo sigue,
como el tiempo,
entre idas y venidas.
Motor que nunca se apaga,
olas que jamás calman,
así es la vida y el tiempo,
inseparables amantes que se hacen falta.

viernes, 19 de julio de 2013

¿Presión y Atracción?

La gravedad es el peor invento que la naturaleza ha podido crear, ¿no creen? Los niños tropiezan debido a sus todavía torpes pies y se caen, provocando un llanto que solo un helado puede apagar (esto me hace pensar que el heladero es un compinche de la gravedad y que, por ello, siempre disfruta vendiendo dulces irresistibles a niños magullados). Además, llega un momento en el que el cuerpo se dilata de tal forma que parece una larga sábana pero, sin previo aviso, se encoge de nuevo y se queda todo hecho un pergamino (en las arrugas de muchos ancianos podría leerse hasta en braille, lo prometo). Por otra parte, queda esa frustración de las mujeres al ver cómo sus pechos y su trasero van cayendo con el paso del tiempo, lo que hace que las más pudientes se estiren la piel hasta tal punto que no se les entienden cuando hablan (una vez confundí un "hasta mañana" con un "puta faja", ¿increíble o no?).
No obstante, el juego más retorcido de la gravedad podría verse en el hecho de que esta puede hacer caer todo tipo de objeto o cuerpo y unirlo de forma precipitada con otro (el suelo, la mesa, la encimera o el retrete), pero lo que no suele hacer es empujar a dos personas que se atraen. Es como si la gravedad y la fuerza que ejercen los imanes se repelieran, probablemente por un malentendido con ellas en el pasado que ahora los humanos debemos sufrir. El caso es, créanme, que dos personas que se quieren caer para no levantarse jamás, no suelen conseguirlo según diversas estadíticas, las cuales ahora muestran un mayor número de solteros desperdigados por este insólito mundo.
También podría decir que pertenezco a esa estadística (sí, sí... En el lugar de los que aún están de pie y enteritos) y que en cuestión de suerte en el amor me gustaría aclarar que se me da muy bien el juego (tan bien que parece una burla hacia todos aquellos que se empeñan por ganar un premio o triunfar en un concurso). Mis logros en ese terreno son varios y notorios, así como casuales y furtivos. Desde luego, en ese ámbito existen las casualidades y juraría que, en más de una ocasión, parece que lo hago por arte de magia.
Por desgracia, la magia no tiene el mismo efecto en las personas. Los conjuros que lanzo son esquivados por sus escudos y se difuminan en sus pieles hasta desaparecer (muy extraño...). Recuerdo que una vez intenté hechizar a un apuesto joven de apariencia bohemia pero nada, que la magia me funciona mejor en el juego.
En definitiva, probaré suerte y probaré, hasta que la gravedad y la fuerza magnética se reconcilien y, quién sabe, se enamoren, pues "afortunada en el juego, desafortunada en amores".

martes, 16 de julio de 2013

Luna nueva

Buscar perspectivas en ojos de luna nueva,
ese mismo fue su error.
Una cruz que nació con ella,
de la mano como almas gemelas.
Cosidas con hilos negros,
de los que dejan cicatrices,
su suerte se retorcía.
Negro.
Color de anunciación,
señal,
marca.
Imborrable sentencia de firma permanente,
que sube hasta su garganta y
la asfixia.
Correr y frenar al ver muros,
de piedra y espinas,
de miedos y sombras.
La libertad huía y
ella la perseguía.
Una carrera de relevos,
en la cual las ganas y
las prisas,
junto con manos temblorosas,
se atropellan y se empujan.
Caída libre por barrancos,
por piedras que arañan,
que rompen,
que corrompen.
El suelo se desploma conforme avanza,
los pies escapan del vuelo sin alas.
Las rodillas giran,
los ojos miran,
la boca seca,
las manos arden y aprietan.
Suelo inexistente.
La Luna apareció en el cielo,
silenciosa y sempiterna,
mirándola con altanería.
El suelo avanza en caída.
Luna y ella se miran,
se miden,
se hablan en silencios prolongados.
Las estrellas se iluminan.
El cielo se torna de negro.
(como aquellos hilos)
Cae.
Se apaga.
El destino existió para ella y
fue más ambicioso que su alma.

domingo, 14 de julio de 2013

Vayan haciendo sus apuestas

Ni las panteras,
elegantes carnívoras que arrancan tripas,
podrían sobrevivir en esta jungla urbana.
Ni ellas,
ni siquiera por un día.
Edificios que devoran la verde vida,
gases que absorben espíritu y aliento,
fríos hierros que separan cuidades,
dando lugar a líneas rectas y
desdibujando lo perfecto de este imperfecto mundo.
Las curvas de este redondo planeta,
forzadas a ser más flexibles por manos,
(ambición, poder, egocentrismo)
manos de hombres y mujeres.
Forjar y destrozar para dar paso,
inexorablemente,
a troncos de cemento,
a humo negro,
a rastro de devastación.
Destrucción revestida de progreso.
Evolución a la fuerza,
(obligación, ley, opresión)
que fuerza a la fuerza a distendirse,
dejando tras de sí lágrimas verdes,
colores marchitos,
azul cielo manchado de gris.
Espinas y espigas crecen,
rojo se derrama el precio a pagar.
Hombre versus Madre,
vayan haciendo sus apuestas.

martes, 9 de julio de 2013

El amanecer

Cama, imperio de conquistas consumadas en bares de carretera.
Sábanas, olas que desembocan en cuerpos desnudos,
unidos por más que palabras.
Almohadas, que sostienen en sus brazos,
fuertes y gruesos,
sueños y gemidos de soledad y goce.
Disfrute de noches y amaneceres,
dulce embriagadez que dura pocos segundos,
pero toda una eternidad para ti y para mí.
El cielo queda inmóvil y las estrellas,
dueñas de secretos inconfesables,
se ríen de tanta electricidad en la tierra.
Ojos que congelan instantes,
fotografías en blanco y negro de labios,
todos diferentes,
que se tocan y se devoran.
El ritmo es pausado y aumenta con cada tic y con cada tac.
Lenta y dulcemente se derraman las mieles del éxito.
Tuya, mío, al fin.
Manos que aprietan y poseen,
espaldas que se tuercen,
lenguas que lamen cada rasguño.
Dientes, dientes que se afilan,
que brillan, que muerden.
Uñas que irrumpen en la piel,
dejan a su paso (imborrables),
marcas que se hunden en la carne.
Todo se consuma con un beso.
El beso.
Miradas que se derriten,
somos náufragos ya de una noche más.
No sabemos nuestros nombres,
ni nuestro pasado,
ni el presente si quiera.
Solo sabemos con firme certeza,
que fue el amanecer más encendido de todos los vividos.

Shhh

El viaje entre árboles siempre la convirtió en pájaro,
flotando entre las nubes verdes de los troncos,
en cuyas heridas se refugiaban seres pequeños y ruidosos.
De correteo en correteo acariciaba las plantas,
hojas afiladas y olorosas que revestían,
elegantes,
los cuerpos desnudos de la naturaleza.
Ninfas que brincan de puntillas,
alas que reflejan la luz formando un caleidoscopio de colores,
gnomos de rojas mejillas
y duendes de puntiagudas orejas.
Los cuentos que evocaban pequeñas aventuras,
pasaron a tornarse realidad.
Aquella niña de pequeño talle se enfrentaba,
risueña, a las sombras que se enredaban en el suelo.
Un tropezón causado por el aleteo de un hada.
Punzada en la rodilla.
Morado.
El dolor no es razón que impida seguir latiendo,
incansable,
a través del campo.
Ríe y sueña la pequeña convertida toda en golondrina,
piando y cantando melodías de juegos,
de sueños.
La noche llega.
Silencio, una soñadora está despierta.

Café a solas.

Entre café y café,
dejemos que el olor inunde nuestros sentidos y
llegue hondo al centro de nuestro ser,
para que arraigue en él y plante,
de forma permanente,
las semillas amargas de un romance,
inconformista.
Encendamos unos cigarros,
con cerillas, seamos diferentes esta vez.
Que el fuego queme nuestros dedos,
y que las huellas se corrompan con las llamas.
Ese humo que sale de tu boca,
dulce, inocente,
asfixia mis miedos más profundos
y saca a la luz las ganas que una vez rodaron por las ásperas montañas,
como duras rocas que se deshacían con los golpes.
Humo consistente que se plasma en mi piel,
oleres a café y tabaco,
a triunfos y glorias,
a vida en los labios rojos,
en la lengua roja,
en el rojo vida y brillante del alma.
Flores marchitas encima de la mesa,
en un jarrón que suplantan su belleza,
la naturaleza tiene envidia de la porcelana barata
(quién lo diría).
El reloj de la cafetería marca la 1:00,
ambiciosas son las manecillas que juegan con la vida,
inexorable el tiempo que vuela entre los dedos y nos separa una noche más.
Esta vez, tú, hombre de mundo,
te irás por donde viniste sin recordar mi nombre
y tus días seguirán como sigue el reloj
(quietud, rutina, olvido).
Equivocarme de ojos para morir en otras cuencas vacías de fantasía.
Chispa que no nace y se queda.
Párpados traicioneros.
La brújula que me condujo hacia ti debía estar rota.
El sabor amargo del café impregna mis labios con cada sorbo,
mientras veo cómo cruzas,
sin más,
la puerta que chirría.
Yo, sentada frente a la ventana.
Borrosas imágenes que pasan con miradas vacías,
como la taza que tengo en mis manos.
Café, ahora solo quiero eso.

Rojo

Despertar en las nebulosas de sus ojos
y descubrir que no hay estrella
que ciegue más que sus pupilas.
Frías y cortantes masas azules giran
y se retuercen siguiendo un ritmo letal,
empujando a entrar en las cavidades de tu ser.
Carencia de alma en su cuerpo de ángel,
garras que se ciernen en torno a los pulmones,
pies paralizados.
La sangre brota y corre por la garganta,
empapando la lengua de su espesa rojez.
Denso líquido que invade y conquista arterias,
librando luchas con cierta ventaja entre los ríos de vida,
ondos conductos que puntuales entregan el sacrificio al corazón,
donde muere y renace como una bola de fuego prendida a lengüetazos.
Nacer y morir en un instante
(en una llama, en un suspiro)
para explotar y tintar el Cielo de burdeo imborrable.
Su azul se difumina y las sombras lo conquistan
(silenciosas, como siempre).
El reino de ese ángel celeste se rinde,
ese ángel que una vez arrancó alas de cuajo y
sentenció almas a ese pozo sin fondo que es la Tierra.
Rojo fuego, burdeo, masas de negro y oscuro morado.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis cabalgan hacia las nubes,
agitando en alto sus huesudos y escarlatas brazos,
empuñando,
entre sus dedos desprovistos de carne,
plumas con las que escribirán versos eternos en un Cielo que nunca los soñó.
Estático rojo que flota en el espacio,
devorando profundos azules de eterno Sol.

lunes, 8 de julio de 2013

Involución

Alma en pena profunda e insondable luto por cabezas huecas que vienen a la vida. Incuestionables las razones para vestir oscuro y mirar cabizbajo a los hombres.
De costumbre en costumbre y de intolerancia en intolerancia van creciendo y ya su conversión en borregos será inevitable. Masas de ricachones manejan el mundo, reino de labios envejecidos de lenguas viperinas y salibosas, de grandes verdes son recubiertos sus bolsillos y sus dedos decorados de oro se mueven burlones al manipular la oquedad y hacerla suya, recaudando hombres que serán transformados en tonos de grises y azules y negros, colores oscuros y fríos que no hacen por retorcerse entre las garras del poder.
Pasividad ante la vida, cuestiones que no llegan a salir de la garganta pues el cerebro se atrofia por el paso del tiempo y su deshuso. Depreciación de la sociedad no por su uso, sino por su falta de lucha o empatía, por su carencia de logros o diálogos, por la ausencia de integridad y evolución. Ausencia. Carencia. Falta. Se echa en falta la responsabilidad y la utilidad de la mente, mecanismo imprescindible para formar pensamientos y convertirlos en hechos, pieza única para alcanzar metas y respetar al vecino, engranaje que da vueltas no por inercia sino por la fuerza de los razonamientos.
Echar de más las tradiciones que esclavizan la condición de ser humano, que clavan puñales a madre Naturaleza en su costado una y otra vez, dejando a su paso senderos de sangre noble derramada de forma injusta.
Pocos son libres, muy reducido el número de hombres. Abundan los robots, los hombres instrumentados que cumplen la función que el poder les impone. Echar de menos ojos sinceros, espíritus fuertes y entereza en la mente.
Ojos vendados por la poca capacidad de dudar, por la atrofiada experiencia en ser autosuficientes. Complejo de Poncio Pilatos y Judas Iscariote. Traición al hombre y a los seres que lo rodean. El mayor error, creerse dueño de la vida y la muerte. El peor logro, creerse libre cuando la mente es manejada por la cúspide. Incógnita, ¿será capaz de querer romper las cadenas?