jueves, 28 de febrero de 2013

Soledad.

Soledad, tienes nombre de tango a medias, de whisky a las seis de la mañana, de frío en la garganta.
Soledad, cruel burla del destino, no rondes por las calles en busca del calor de alguien que finja amarte por cuatro perras. No vendas tu sonrisa al primer mentecato que te adorne los días, lánguidos e interminables, con palabras vanas propias de una boca demasiado grande.
Sigue tu camino de penurias acurrucada bajo tu abrigo barato y carcomido por las polillas. Tus medias rotas dejan entrever lo inmundo del pecado. Tu rímel corrido por tus mejillas son sendas amplias de antiguos regueros de lágrimas.
Sostén tu cabeza firme, Soledad. No sucumbas al frío indigno que te sumerge aún más en la vida a la que te arrojaron una cría demasiado soñadora y un gilipollas acostumbrado a cortejar al ron en el bar de los desgraciados.
Camina erguida a pesar de tus tacones doblados y cedidos de tanto recorrer las carreteras, en medio de nada, por un mendrugo de pan.
Soledad, a pesar de todo, tú tienes nombre de reflejo de esperanza. Tú tienes ojos de mujer con  estrella.
Tú, que tanto has sufrido y soportado. Tú, que tanto has visto y tragado, coge el primer tren hacia un lugar incierto. Haz de tu olvido un nuevo comienzo. Construye con tus manos, todavía sonrosadas, el mundo de príncipes, deseos cumplidos y brujas no tan malas como la realidad, que siempre esperaste protagonizar.
Sé la princesa de tus sueños, Soledad. Termina el tango que te obligaron a dejar a medio bailar.

lunes, 25 de febrero de 2013

Perdición.

Ojos con complejo de labios te devoran. Chispa del incendio de mis deseos eres. Callejón sin salida de mis más turbadoras fantasías.
Desde que cruzaste mi pecho, atravesándolo con destreza de espadachín certero, las mariposas no han dejado de carcomer mis entrañas. Entrada y salida de diminutas perlas desprendidas de mis pestañas.
Envuelta en llamas a cada instante que tú me pronuncias, temblando como los delicados copos de nieve entre la blancura de tu ser. Nada ni nadie se iguala a tu belleza; nada ni nadie te ama como yo te deseo.
Exaltación de lo fenomenal, luto por la cruz a la que tu me maniataste. Presa de un hombre labrado por los mismos creadores del Universo.
Serpiente cuya manzana yo no rechazo. Hipnotizante voz que susurra a mi corazón una canción letal.
Pasión a filo de cuchilla. Deseo a piel abierta.
Me dejo mecer por tus fuertes brazos, arrastrándome hasta el fondo de tus aguas hondas y oscuras.
Me llevan, sin importarme ya, a la perdición del más dulce de los pecados.

Una vez más.

Amor nos evoca con el conjuro de las bestias que pululan tras los ojos cóncavos de la dama de luz.
Nuestros tobillos son víctimas de las enredaderas sus brazos. Agazapado en su templo de cristal, mientras se acaricia la panza oronda, espera con ansia de álito incorpóreo el fatídico encuentro de dos almas que se niegan a ser una.
Caminos que sollozan por no encontrarse, vidas opuestas con complejo de paralelas, rezando, buscando una ciencia cierta que los libre.
Amor, con su sonrisa de felino satisfecho, ve como poco a poco sus alas de fino hilo mueven los cielos de ambas almas. Se transforman y se desfiguran en una danza de ritmos negros, blancos, hundiéndose en los grises y profundos suspiros.
Una mirada. Ya es inevitable la unión. Beso a beso se van llamando, eludiendo su razón que clama por salir de sus cuerpos. Las cadenas de sus alas se desploman y se anulan en la nada.
Sus cabezas repletas de destinos lacrimosos, no son ya de uno, no son ya de otro. Son de ambos, son de Uno.
Una vez más, Amor triunfó en su continua misión de entrelazar seres negados a recibir de nuevo su oleada de sentimientos, quedando estos sumergidos en la fuente que emana de su pecho.
Nuevamente, los cuerpos que ansiaban carne y aura con espíritu de fuego, dejaron sorda a la razón, encerrada en su jaula de límites y balanzas.
Una vez más, nuevamente, Amor ganó la batalla.

domingo, 24 de febrero de 2013

Caminante errante.

Caminante errante que pones tus pies en la bahía del recuerdo, tienes pelo cano que se enreda aún caprichoso al viento, reposado en una frente anterior joven.
Tus ojos, hundidos por tantas lágrimas derramadas, son negros como el pasado que ellos vivieron.
Tus manos, repletas de cicatrices y asperezas, son reflejo de tu alma.
Tus labios alzaron innumerables veces la voz de valiente hombre. Se alzó tu canto a la libertad y nadie pudo callarte.
Tu espalda, aún ancha pero no fuerte, es el espejo de una carga que te maldijo desde tu nacimiento. Una cruz que injustamente te concedieron allá en 1936.
Tu cuerpo entero, hombre errante, combate en una lucha a solas consigo mismo. Una batalla ardua e inacabable.
Más derrotas que victorias en tu estela. Más disparos y muerte que nanas y vida.
Víctima inocente de una guerra por usura, de un capricho de quienes contemplaban, impasibles, la sangre derramada en los campos, emancipándose la Tierra con el odio.
No calles ahora, hombre. Que tu voz continúe cantándole a la libertad con el trino del trueno. Sigue empuñando tu arma más poderosa: la palabra, hasta que la vecina de la calle número 13 venga a tu encuentro para llevarte, al fin, al descanso eterno.

El verdadero arte.

Existe un tipo de arte que no es regido por ningún modelo preestablecido.
Existe un tipo de arte simétrico al canto de los ángeles, al arrullo de una nana, al Sol que se cuela entre los barrotes de una cárcel.
Ese arte da vida a todo lo inerte. Da esperanza a todo lo hundido. Desentraña el reverso y el anverso de las cosas, despojándolas del pudor materialista que las encadena. Recorre las venas, dentro de mí, llegando al centro mismo del calor de mi cuerpo. Pulsación acompasada que marca el ritmo de mi ser.
El maná en mitad del desierto. Lluvia que todo lo transforma en rocío, tan bello como todo lo que es.
Pequeño capullo a punto de eclosionar. Al borde mismo de la metamorfosis. Algo perfecto en su esencia envuelta en aura pura.
Existe un tipo de arte que devuelve la visión al más ciego de los visionarios. Torna creyente al más arraigado ateo. Desnuda el alma misma con manos de delicada sutileza.
Tacto que tras él todo suspira. Suspiro que tras él todo vive. Conjuras el mayor de los milagros con una sola nota que se escapa de tus labios. En ti todo es luz.
Él, solo Él, únicamente Él. Indudablemente, ese arte es Él.

Al fin venció.

Buscándote a tientas en un ciego tentar. Lo inútil de este encuentro que jamás llegará a su consumación.
Separados como las manecillas de un reloj congelado en una hora que nunca será. Tic. Toc.
Avanzando por las calles afiladas entre una marea de ojos vacíos y distantes. Como un gato callejero, trepo por los tejados maullando tu nombre. Tic. Toc.
La noche, de un negro luto, se cierne formando un invernadero de cristales rotos, espejos del alma. Tic. Toc.
Sin aliento. Sin más aire en el pecho voy arrancando de cuajo los centímetros que me alejan de ti. Tic. Toc.
Cada paso que doy es una trampa que me cercena el alma. Me palpita la sangre. Tic. Toc.
Silencio. Tic. Toc.
Soledad. Tic. Toc.
La oscuridad se propaga. Tic. Toc.
Muerte, tú que tanto afán has tenido en vencerme en esta carrera, devuelve la alegría a ese reloj que aúlla en el rincón. Muerte, tú que tanto has llorado, deja que la vida inunde la noche. Muerte, tú que tanto has aprendido, permíteme retarte, déjame atreverme a ganarte.

Yo te amo.

Para cuando tú seas un lejano recuerdo en mitad del olvido, yo ya formaré parte del cosmos, junto a las grandes jaulas de luz que flotan en la nada.
Nuestra historia fue envidiada por los más altos dioses que rigen el caos de la vida en un ir y venir de promesas no todas cumplidas.
Juntos dibujamos un universo paralelo oculto de la oscuridad. Un remanso de claridad entre las tinieblas que nos acechaban con garras hambrientas.
Unidos en cuerpo y alma, en ojos y miradas, en brazos y abrazos, en manos y caricias, en bocas y besos, en espíritu y deseo, en vida y muerte.
Bajo el huracán de problemas dejados a medias, encima de las sábanas blancas de pureza. Yo te amo.
Detrás del desorden aparente de las cosas, delante del mismo Infierno. Yo te amo.
Al lado del Mal, junto al Bien. Yo te amo.
Clamando en el silencio lánguido una plegaria ignorada, con las manos ensangrentadas de tanto sentir.
De rodillas frente a Ti. De rodillas frente a mí. Un alma que lucha por salir de sí misma y entregarse a otra sin miedo al vacío.
Sorteando la nada, lo imposible. Luchando contra sombras. Clavando puñales al Miedo. Supurando amor profundo el corazón. Daga en el pecho. Amor a espíritu abierto. Yo te amo.

La mariposa.

Mariposa que elevas tus alas al viento, dime dónde escondes tus sueños. Quiero ser color de primavera que ilumine la soledad de mi alma. Quiero subir a la cima del cielo y observar cómo todo se hunde en un mar de deseos.
Mariposa que has sido pincelada por Dios, enséñame a posarme en las flores sin hacer el más mínimo esfuerzo. Desentraña los secretos que escondes en tu pequeño cuerpo. Hazme partícipe de tu juego de niños, de tu aleteo débil y constante que lucha contra el destino.
Breve vida que posees, intensidad con la que trazas arcos en la naturaleza. Belleza efímera que ha sido arrojada a este mundo de soles eternos.
Con tu zumbido de tímida fortaleza vas despertando del estupor a los diminutos lirios que puntean el prado.
Tú, mariposa, que tanto eres necesaria, ¿a dónde irás con el fin de la aurora?

Y tú me llamas.

Tú me llamas, y las palabras llegan a mí como el calor que azota el desierto. Me rodean y me cuentan historias de amores prohibidos. Me dicen que soy tu Julieta.
Tú me llamas, y las palabras me ahogan como si apretasen mi garganta, desatando un llanto hondo dentro de mí. Me confiesan que han llegado a rastras desde el otro extremo del firmamento, arañando estrellas que las cegaban. Buscándome a mí entre el enjambre de entes que surcan la Tierra.
Tú me llamas, y la lluvia para de implorar al suelo que la acaricie con su mirada inerte de grafito.
Tú me llamas, y las palabras se ordenan en un grito desgarrado que sale de tu pecho de hierro, derritiéndose poco a poco en este hielo que nos quema.
Tú me llamas, pero yo ya no tengo oídos para recibir lo que tú me cantas. Ya no tengo ojos para cantar lo que tú me hablas. No hay manos que acaricien nuestras almas con la ternura de las brasas. No hay besos que arranquen el aliento.
No hay, no, no hay esperanza.

Una noche cualquiera. Un paraíso.

Se entrelazaban y se contorsionaban en una espiral de indecisión, de amor con medidas, de cielos demasiado altos para unos ángeles con las alas ya gastadas de tanto amar sin contemplaciones.
Pecados de los cuales jamás se arrepentirán, vendrán a ellos una vez más para devolverles el fruto joven que la vida les arrebató una tarde fría de verano.
Pecados con un pasado imposible de eludir. Efímeras puertas del paraíso. Un  billete de ida con una vuelta abrupta a la realidad.
El choque de dos cuerpos que se sumergen el uno en el otro con la fuerza de las olas, con el ímpetud de una pasión desmesurada que cala hasta las carnes blandas del alma.
Se vierten a partes iguales en el pozo sin fondo de las fantasías que nunca se atrevieron a abandonar.
Luchando corazón con corazón en una batalla cuyo final se acerca con cada beso.
El eco de las palabras de amor que un anochecer se confesaron.
El Sol escala la bóveda celeste con sus manos llameantes de ira, inexorable.
Un beso, un beso, solo un beso.
Nada más, nadie más. A solas.